Estaba buscando consejo. Vestía pulcramente y su comportamiento era respetuoso - incluso tímido. Le ofrecí asiento y le acerqué una taza de té caliente. Cogió el té pero me miró indeciso cuando le señalé la silla. "¿Qué pasa?" Vaciló. "Vas a pensar que estoy loco -dijo avergonzadamente-. Estoy bien, es, um, desagradable para mí el sentarme."
Traucido desde el inglés por Shi Chuan Fa
Estaba buscando consejo. Vestía pulcramente y su comportamiento era respetuoso - incluso tímido. Le ofrecí asiento y le acerqué una taza de té caliente. Cogió el té pero me miró indeciso cuando le señalé la silla.
"¿Qué pasa?"
Vaciló. "Vas a pensar que estoy loco -dijo avergonzadamente-. Estoy bien, es, um, desagradable para mí el sentarme."
Había escuchado este problema antes. "Te has pasado con el cojín, ¿no?"
Rió y asintió. "Un montón. Me senté en la sesshin y conseguí agravar una vieja hemorroide, además dañé un nervio. El dolor es atroz."
Su problema iba a causarle algo más que dolor físico, pues me explicó a medida que hablábamos que le había tomado tiempo al trabajo para asistir a una Sesshin de cinco días, y que su jefe no se había puesto contento con la pérdida de tiempo. Trabajaba con ordenadores y ahora era totalmente incapaz de sentarse ante un términal. Peor aún, me explicó, es que no tenía seguro médico y dado que la lesión no guardaba relación con el trabajo, no podía pedir incapacidad. Sus deudas iban en aumento y el trabajo estaba en peligro. Comprendía su problema, aunque seguía sin estar seguro de cómo quería que le ayudase. ¿Quería dinero? ¿Un lugar dónde quedarse? ¿Una carta de recomendación para buscar empleo? Dijo que no, que no era nada de eso.
"Estoy ansioso por profundizar mi Zen. ¿Hay otras formas de meditar que no impliquen el sentarse?"
Deseaba que el problema fuese lo bastante raro como para poder decirle que apenas podía creerme la pregunta. Desafortunadamente es un problema bastante común. Lo llamamos Avidez Zen. Le pregunté si había leído el reciente ensayo de Chuan Chan (la versión original en inglés está disponible en el website de la Zen Buddist Order of Hsu Yun, http://www.HsuYun.org) sobre la gallina que ponía huevos de oro. Actuó sorprendido, como si hubiera cambiado de tema, pero me dijo que lo había leído y me preguntó qué tenía que ver el ensayo con su problema.
"Tiene que ver con la Avidez." Le dije. "La avidez es la avidez. No hay diferencia si es por dinero o por alcanzar un estado alterado de conciencia."
Me estaba acordando de una mujer que un día vino a mí con un problema similar y compartí su historia con él. Se había sumergido tanto en su práctica de meditación que había perdido todo interés por atender su casa y su familia. Con el tiempo fue despedida del trabajo, y para empeorar las cosas, su marido se divorció y obtuvo la custodia de los niños. Le pregunté si pensaba que esto era lo que el Buddha pretendía. Simplemente me sonrió.
Todos conocemos la triste historia de Esopo: Un granjero descubre que tiene una gallina que pone un huevo de oro todos los días. Cada mañana se da prisa por ir al nido y cogerlo. ¡Date prisa! ¡Más! ¡Más! Finalmente se ve superado por la avidez del huevo, y en su aturdimiento, decide que la gallina debe estar llena de huevos. Abre la gallina para cogerlos todos y, naturalmente, la mata y nunca más puede coger otro huevo.
Cuando descubrí por primera vez la belleza y la maravilla de la meditación fue bastante parecido a encontrar uno de esos huevos de oro - era algo de valor exquisito que nunca había esperado ni imaginado. También fui torpe para ver los peligros del excesivo entusiasmo por la práctica. Cuanto más quería meditar, más me afectaba este conflicto, descuidando responsabilidades que nunca antes había cuestionado. Encontrar un huevo de oro no era suficiente, quería más.
Así es como funciona la Avidez Zen. La meditación puede seducir tan fácilmente como el oro. Demasiado a menudo, cuanto más meditamos, más queremos meditar. Normalmente tenemos que aprender por el camino difícil que siempre que gustamos demasiado del placer que provoca, invitamos al desastre. Incluso la meditación, si no es praticada con moderación y no se equilibra con otras disciplinas Chan, puede provocar muchos problemas inesperados.
Antes de encontrar el Chan experimenté con disciplinas de otras tradiciones, principalmente Vipassana y Zazen de estilo japonés. Ambas enfatizaban la meditación sentada sobre otras formas de práctica. Tras muchos meses de "montar el cojín" comencé a entusiarmarme demasiado con la práctica. Estaba convencido de que todos los problemas se podían solucionar con meditación. Cuando tenía problemas los achacaba a la falta del adecuado tiempo de meditación. Solo de mala gana atendía mis quehaceres y otras responsabilidades. No estaba contento hasta que volvía al cojín. Cuando encontré la tradición mahayana de la Escuela Chan del Sur, pronto me di cuenta de un cuadro mayor.
En meditación entramos en el dominio del no-yo (o no-ego). Cuando meditamos no hay impulso ni deseo de meditación, tan solo hay meditación maravillosa. Los problemas solo aparecen cuando dejamos de meditar y volvemos al dominio del ego, al dominio de los deseos y de las opiniones sobre lo que es y lo que no es - el Samsara. El Buddha dio una solución: el Octuple Camino. Ninguna otra religión ha ofrecido una Camino tan simple, directo y efectivo.
Había conocido el Octuple Camino desde hacía muchos años, pero nunca lo había considerado una guía para la práctica: solo tenía un interés intelectual. En aquellos días tenía la creencia equivocada de que la Correcta Meditación era el pilar del logro y de la disciplina espiritual, y que el Correcto Entendimiento, el Correcto Pensamiento, el Correcto Habla, la Correcta Acción, el Correcto Modo de Vida y la Correcta Atención, los otros siete pasos de los ocho, tomaban todos un lugar secundario respecto a la meditación. Entonces me di cuenta de que la meditación era solo una parte del cuadro. Descubrí que cuando no estaba practicando meditación había otras prácticas Chan que podía seguir, prácticas que dan igual resultado que la meditación. Cuando hacía mis quehaceres podía practicar la Correcta Atención; cuando hablaba con un amigo podía practicar el Correcto Habla; cuando conducía un coche podía practicar la Correcta Acción. En resumen, descubrí que podía practicar Chan todo el tiempo. Mi Avidez Zen se curó y me gusta creer que toda mi Mente Zen se benefició de la cura.
El Octuple Camino es un poderoso modelo que nos ayuda a desarrollar nuestro Chan. Seguir este modelo nos previene de atascarnos en una práctica en particular, o en un modelo mental particular o referencia. Nos mantiene en nuestro sitio, nos ayuda a poner atención sobre todos los aspectos de nuestras vidas. Ningún único paso de los ocho tiene la llave del éxito en el Chan: todos son importantes y todos trabajan juntos para formar un sistema completo, un régimen exitoso. Tomada por separado, cualquier práctica encierra un peligro simplemente por estar aislada: es como intentar caminar con solo una pierna.
No sé si le ayudé o no. A veces plantamos una semilla y tenemos que esperar un poco para que germine. Cuando se marchaba le recordé de nuevo que no es hasta el momento en que abandonamos el deseo de poseer todos los huevos de oro de golpe, cuando podemos estar siempre contentos de morar en este glorioso momento de siempre-presente. Si mantenemos atención al modelo Octuple, adquiriremos algo más que paciencia; adquiriremos la gozosa espontaneidad de la Mente del Principiante. Y cuando la gallina ponga su próximo huevo de oro, estaremos totalmente sorprendidos y encantados de recibirlo.