Chan, o Zen, en un sentido estricto, es una transliteración del vocablo sánscrito “Dhyana”, el cual significa simplemente meditación. Nosotros decimos “Budismo Chan” y asumimos que todo lo que queremos decir es una forma específica de meditar y que si meditamos de esa forma en un marco budista, somos Budistas Chan.
Título original: The Healing Breath Revisited
Final del Documento – Traducido por Facundo Larosa desde Argentina
“La fuente de la belleza es el corazón. Si la virtud acompaña a la belleza, es el paraíso del corazón, si el vicio se asocia con ella, es el purgatorio del alma. Es es la fogata del sabio y el horno del tonto”. -- Quarles, Francis (1592-1644)
Chan, o Zen, en un sentido estricto, es una transliteración del vocablo sánscrito “Dhyana”, el cual significa simplemente meditación.
Nosotros decimos “Budismo Chan” y asumimos que todo lo que queremos decir es una forma específica de meditar y que si meditamos de esa forma en un marco budista, somos Budistas Chan.
Pero, la escuela Chan del Budismo Mahayana, tal como fue fundada en el sur de China, trataba menos de meditación que del camino a la trascendencia, un camino capaz de guiar a la persona fuera del mundo de dolor y agitación hacia la paz, tranquilidad y alegría del Refugio de Buda.
La meditación, sin embargo, sin una amplia base en ética y espiritualidad no es más que un ejercicio mental. Si alguien tiene éxito en meditación ¿Qué es lo que verdaderamente ha logrado? Tal vez, ha encontrado un medio para calmarse cuando se encuentra agitado, o ha adquirido la habilidad de tolerar cierta gente o eventos de sus alrededores. Pero, hay una diferencia entre tolerar y aceptar, tanto como entre calmarnos y no agitarnos desde un principio. Y esa diferencia yace, no en el miembro Chan de la ecuación, sino en el Budista.
La meditación es el último paso del Camino Óctuplo, uno al que no podemos arribar saltando por encima de los siete pasos anteriores.
A fines de prepararnos para la meditación, debemos en primer lugar, comenzar por poner en orden nuestras vidas, y actuar de acuerdo con lo que es correcto y beneficioso para nosotros y los otros. No es una tarea fácil puesto que requiere que actuemos de forma solidaria, en lugar de egoísta.
Lo que hacemos no es tan importante como las motivaciones subyacentes tras lo que hacemos. No es lo que pensamos sino el por qué de lo que pensamos lo que necesita ser explorado.
No es lo que hacemos para ganar un salario, sino la actitud que tomamos hacia nuestro trabajo y responsabilidades lo que tiene mayor importancia.
En breve, los siete primeros pasos del Camino Óctuplo requieren que escrutemos profundamente las cosas en vez de actuar y reaccionar de un modo egoísta y negligente.
Estos pasos fueron presentados por el Buda en un orden específico: Correcto Entendimiento, Correcto Pensamiento, Correcta Habla, Correcta Conducta, Correcto Modo de Vida, Correcto Esfuerzo y Correcta Atención.
Estos no fueron formulados como herramientas para juzgar a otras personas, sino como herramientas para ajustar nuestras propias vidas, de la misma forma que usamos instrumentos para arreglar un desagüe tapado o un auto que no arranca.
Demos pues, un breve vistazo a cada paso del Camino Óctuplo y veamos como emplearlos para ayudarnos a lo largo de nuestra travesía espiritual.
Correcto Entendimiento
-- Anthony Ashley Cooper Shaftesbury (1671-1713)
Comenzamos con el Correcto Entendimiento, pero... ¿Qué es lo que necesita ser comprendido correctamente?
Recientemente, un miembro de nuestra sangha me llamó para discutir un problema que estaba teniendo con sus suegros, con los que había estado viviendo por unos meses.
Conociendo que era Budista, ellos disfrutaban haciendo alarde de su Cristiandad para molestarlo, me dijo.
Cada fiesta cristiana les ofrecía una oportunidad para ello. En Navidad, decoraciones excesivas adornaban las paredes y techos y miles de luces colgaban de los árboles del exterior. En Pascuas, era similar, con conejitos pendiendo de los techos y numerosos afiches y ornamentos religiosos reemplazando los adornos cotidianos. El explicó que ellos eran inconscientes respecto de las fiestas budistas, pero cada vez que llegaba una fiesta cristiana, entrar en la casa era como caminar por el decorado de un escenario: era una realidad alterada.
Esta era una oportunidad perfecta para discutir el Correcto Entendimiento. Su problema no era realmente con sus suegros sino con la forma en que él respondía a sus acciones. “Cada día es una fiesta para un budista”. Le dije. “Cada día es un día para celebrar la vida. Y cualquier celebración de la vida es maravillosa, sin importar a que religión esté asociada”. Le dije que tenía una oportunidad maravillosa de aprender acerca de estas fiestas y de demostrar la calidad de su propia religión mostrando comprensión y aceptación amorosa hacia ellos.
El Correcto Entendimiento significa que trabajamos para comprender las cosas desde la perspectiva de otros.
Nosotros no juzgamos o formamos una opinión rápidamente hasta haber observado desde tantas perspectivas como podamos. Este proceso de investigación, rápidamente descubrimos, nos deja con la comprensión de que existen a menudo muchas formas de ver las cosas y que posiblemente no podemos conocer todas ellas, así que las opiniones que formamos pueden fácilmente estar equivocadas porque hemos ignorado algún aspecto.
Correcto Pensamiento o Propósito
No había oído de una mujer a la que le había dado los preceptos budistas hace algunos años, sino hasta hace poco. Ella parecía un poco avergonzada de no haberse mantenido en contacto, pero me dijo que necesitaba mi ayuda.
“Tengo cuatro hijos y un marido que trabaja todo el día para ganar suficiente dinero para todos nosotros. Mi hijo menor tiene dos años y el mayor, trece. He tratado de ser una buena budista, pero siento que mi vida no me pertenece. Soy más un robot que un ser humano... alimentar a los chicos, cambiar los pañales del bebé, llevarlos a la escuela, limpiar sus cuartos, lavar la ropa, limpiar la cocina...
Cada día es así, y estoy exhausta cuando termina. No parece que tenga tiempo para el Chan. Me digo a mi misma que cuando los chicos hayan crecido y dejado el hogar, tendré tiempo para mi labor espiritual nuevamente, pero para ese momento... ¡Tendré más de sesenta años!
Estoy ‘en el filo’ todo el tiempo por toda esta responsabilidad y enojada porque no puedo tener de vuelta mi vida anterior.
Cuando mi esposo está en casa peleamos, y cuando están los chicos nos gritamos unos a otros. Simplemente no sé que hacer. Alguien tiene que ceder”
Se encontraba cerca de las lágrimas cuando me contó esto, yo sabía que ella quería cambiar las cosas, pero no sabía como. Ella quería una solución budista.
“El segundo paso en el Camino Óctuplo”, le dije, “es Correcto Pensamiento o Propósito. Esto significa que mantenemos en vista nuestro objetivo espiritual incluso en las actividades de nuestra vida diaria, sin importar cuan agitadas sean.
Nuestro deber es cuidar de las necesidades de nuestros hijos, y tratar a otros con respeto y amabilidad. Cuando perdemos de vista nuestro propósito espiritual se hace casi imposible mantener el nivel de conciencia necesario para lograrlo, porque hemos olvidado que somos seres espirituales. El resultado de esto es que negamos nuestra propia humanidad, así como la de aquellos que nos rodean.
Nos volvemos infelices, tenemos ‘stress’, y nos desplomamos en las profundidades del sámsara”.
Continué explicándole que no necesitamos ir a algún lado en especial para practicar Chan. La práctica está en nosotros, en medio de cualquier cosa que hacemos. El problema surge cuando olvidamos esto.
Un chico gritando distrae nuestra atención o la chicharra de un lavarropas nos sobresalta, y a continuación olvidamos retornar a nuestro objetivo espiritual, el cual es, la Iluminación.
Le expliqué que se hallaba en una situación perfecta para practicar Chan. Llevar adelante una casa y cuidar a los niños ofrece una oportunidad maravillosa de practicar.
“¿Cuánto de tu tiempo pasas haciendo tareas repetitivas?” Le pregunté.
Ella pensó por un momento y me contestó que la mayoría de las cosas que hacía durante el día eran repetitivas: cocinar, limpiar, manejar, cambiar pañales...
“Entonces convierte cada una de esas actividades en una práctica Chan. Mantén ese ‘ojo interno’ abierto todo el tiempo y cuando te distraes de algo, como un pensamiento, o un grito de tus hijos, atiende la necesidad y luego vuelve tu atención a tu práctica Chan. Después de un tiempo, lo estarás haciendo automáticamente, serás mucho más feliz y las cosas no te molestarán demasiado.”
Le di esa antigua práctica que desasocia el ego de nuestras percepciones sensoriales y pronto nos permite alcanzar una clara conciencia de nuestra Naturaleza Búdica. “¡Neti Neti!” ¡No esto! ¡No esto! Mantenemos esta interpretación yuxtapuesta a nuestras experiencias sensoriales en nuestra mente noche y día, cortando estos lazos con el mundo material mientras existimos en él.
Mientras lavamos los platos, nos repetimos a nosotros mismos: ¡No esto! ¡No esto! Mientras lavamos nuestras manos: ¡No esto! ¡No esto! Mientras salimos de la ducha: ¡No esto! ¡No esto!
No lo hacemos en el sentido de la frustración o la ira (o humor), sino en el sentido de negarnos a nosotros mismos un nivel de realidad a la acción o evento. Eventualmente, nuestro hacer se vuelve sólo lo que es por sí mismo. Nos acercamos a la naturaleza de nuestras acciones más que a nuestras respuestas mentales o emocionales hacia ellas.
Pronto todas las cosas que nos han hecho infelices anteriormente, se vuelven intrascendentes en lo que respecta a nuestra felicidad, como motas de polvo flotando a través del aire.
Correcta Habla
-- Sir Richard Steele (1672-1729)
Para aquellos de nosotros que interactuamos a menudo con gente, la Correcta Habla nos ofrece una excelente oportunidad de profundizar nuestro desarrollo espiritual. La mejor forma de recordarnos el atender este importante paso es evocar el principio budista “No dañar” y recordar que hablar es lo mismo que tocar una campana: lo que decimos no puede ser desdicho así como no podemos evitar que siga sonando la campana.
El habla no es unidireccional tampoco. Las palabras con las que hablamos son sólo símbolos para significados. Las palabras, en sí mismas, no tienen significados; son los símbolos que surgen de ellas en nuestra mente las que nos transmiten significaciones. Debido a esto, nuestra propia comprensión de estas acepciones puede (y probablemente lo hará) diferir de la comprensión de alguien más; por ejemplo, otros pueden interpretar lo que decimos de forma diferente a como nosotros quisiéramos que fuese interpretado.
De todos los pasos del Camino Óctuplo, la Correcta Habla es uno de los más difíciles de dominar, y esto es porque algunas veces los maestros Chan le indican a sus estudiantes ‘encoger sus lenguas’ hasta que su práctica se haya desarrollado adecuadamente.
Hay mucho que decir al respecto de la Correcta Habla, sin embargo, un aspecto a menudo ignorado es el motivo que subyace detrás de lo que decimos. Más que las palabras que hablamos, es nuestra motivación la que determina si estamos respetando propiamente la Correcta Habla.
Existe una historia de un hombre que era muy respetado en su círculo de amigos y colegas en una famosa universidad. Él había recibido muchas distinciones y era respetado como un experto en su área. También había leído muchos libros acerca del Budismo y estaba altamente interesado en él, pero sentía que necesitaba un profesor para proseguir su instrucción.
Sólo el ‘mejor de los mejores’ podría hacerlo, el consideró. Así que hizo reservaciones en un vuelo trasatlántico y unos pocos días después estaba parado en frente de un remoto monasterio Chan, enclavado en la falda de una montaña al sur de China.
La puerta estaba cerrada así que golpeó mientras gritaba en el mejor chino que pudo: “He venido para aprender acerca del Dharma ¡Abran la puerta!”.
Como no había respuesta, trató nuevamente: “He volado hasta aquí a través de miles de kilómetros para aprender de ustedes acerca del Dharma ¡Déjenme entrar!”.
Aún no había respuesta. Así que esperó por un tiempo y luego intentó de nuevo: “He escrito muchos libros y viene gente de todo el mundo para aprender de mí ¡Ahora quiero aprender de ustedes!”.
Nadie respondió.
El lo intentó una y otra vez utilizando diferentes tácticas. Finalmente la puerta se abrió y un monje caminó hacia fuera llevando un balde. Para la sorpresa del hombre, el monje lo ignoró completamente mientras cumplía con su recado de transportar agua. Al retornar al templo, el sacerdote abrió la puerta y se introdujo sin más que brindar una mirada de reojo al extraño que miraba incrédula y silenciosamente desde la entrada.
Él había pensado que tal vez nadie lo había oído, pero ahora parecía que el estaba siendo deliberadamente ignorado. Con rabia gritó: “¡Cómo se atreven a tratarme así! ¿Así tratan a la gente que intenta aprender acerca de sus formas sagradas?”.
Gritó por un rato más y paseó arriba y abajo del camino que conducía al gran templo. Había venido desde muy lejos, así que regresar no era una opción. De esta forma, se quedó fuera, cerca de la entrada, esperando.
Los días pasaron mientras miraba consternado como los monjes salían a hacer sus quehaceres para luego volver a entrar, ignorándolo durante todo el trayecto. Se había dado por vencido de intentar ganar la entrada. Eventualmente, su suministro de víveres estaba llegando a su fin, y sabía que tarde o temprano debería descender de las montañas y regresar a casa. Para este momento, él había tenido mucho tiempo de reconsiderar su situación. Habíase también vuelto débil y huraño.
Luego de mucha introspección y contemplación, se levantó del suelo, afirmó sus pensamientos, y salió a través del angosto camino que conducía a la base de la montaña. Tras recorrer una corta distancia, escuchó pisadas veloces y al darse la vuelta vio un joven monje corriendo hacia él. Éste se acercó y ciñó sus brazos en torno a sus hombros mientras guardaba silencio.
Ambos hombres regresaron al templo donde otros tres monjes esperaban con la puerta abierta. Durante el trayecto, el hombre del Oeste no había dicho una palabra. Su entrada no había sido ganada por las palabras, sino por sacrificar su propio sentido de importancia.
Las palabras habían servido para expresar la fortaleza de su ego y no el estar listo para recibir el Dharma.
Tanto como estamos preocupados por ‘auto-servirnos’, éste motivo estará detrás de nuestra habla. Podemos decirle a la gente que queremos una cosa, mientras que quizás inconscientemente, sólo queremos satisfacer nuestro ego.
Reprimiremos a otros para sentirnos superiores, inventaremos chistes a fines de maximizar nuestra propia importancia, aun a costa de otros, mentiremos si nos ayuda a obtener lo que queremos, o usaremos nuestros aciertos del pasado para impresionar a otros con nuestra valía.
Cuando el ego está al timón, la Correcta Habla es casi imposible de mantener, pero cuando hemos alcanzado la habilidad de ver las cosas desde la perspectiva de otros (Correcto Entendimiento) y cuando hemos comenzado la dura disciplina de mantener en vista nuestros objetivos espirituales (Correcto Pensamiento o Propósito), podemos comenzar a observar y corregir nuestra habla.
Podemos investigar acerca de las motivaciones tras lo que decimos, podemos mirar si nuestros pensamientos o palabras son ego-centrados o no. En vez de hablar impulsivamente, podemos comenzar a hablar cuidadosa y solidariamente.
Así es como descubrimos que no tenemos tanto que decir como una vez tuvimos.
Correcta Conducta
-- John Rushkin (1818-1900)
Hace algunos años, estaba caminando por una ciudad inmensamente poblada. Había montones de turistas y trabajadores yendo y viniendo: haciendo entregas o tratando de ganar unos pesos limpiando ventanas o repartiendo volantes.
Me sucedió que al mirar al otro lado de la calle vi que dos jóvenes desaliñados acosaban a una persona mayor. Éste estaba bien vestido y agitaba sus brazos en derredor pidiendo ayuda. Los otros dos hombres lo golpeaban con palos y pronto el anciano se encontró tirado en la acera mientras sus pedidos de ayuda continuaban.
Todo esto sucedía a plena luz del día con mucha gente caminando alrededor, pero esto no era tan chocante como el hecho de que nadie se detuvo a ayudar. Durante el tiempo que me tomó darme cuenta del incidente y cruzar la atestada calle, los dos jóvenes habían desaparecido y el anciano yacía sangrando en el suelo. Los transeúntes pasaban a ambos lados sin siquiera dedicarle una mirada.
“Les di mi billetera”, me dijo, “pero no pareció importarles, ellos sólo seguían golpeándome una y otra vez”.
Estaba contento de que siguiera consciente y permanecí a su lado hasta que la ayuda arribó y fue transportado al hospital.
Cada día, somos encarados por situaciones que requieren un curso decisivo de acción: estar esperando para que la luz del semáforo cambie de rojo a verde para manejar a través de la calle, o esperar que la cajera en la verdulería nos diga cuanto debemos por nuestra compra para poder pagar. Sin embargo, estas acciones son triviales y sólo necesitan un poco de atención de nuestra parte, no hay cuestionamiento acerca de si son buenas o malas: son, simplemente, de sentido común.
Pero, cuando algo nuevo e inesperado es arrojado en nuestro camino, a menudo nos encontramos en una situación precaria tratando de determinar el curso de acción correcto.
Cuando hay reglas establecidas para seguir, es fácil, sabemos que todo lo que tenemos que hacer es seguir dichas reglas y que nuestra acción, al menos, será aceptada por nuestros pares y por la sociedad. Por el contrario, cuando no hay reglas o guías fijadas de antemano, estamos solos.
En el incidente que presencié anteriormente, los peatones tomaron la decisión de no involucrarse, quizás pensaron que si no tomaban ninguna acción serían exonerados del asunto. Tal vez ellos no querían arriesgar su propia seguridad o manchar sus ropas. No lo sé, pero ellos fallaron al observar la Correcta Conducta porque estaban pensando en sí mismos en primer lugar.
A la vez que la Correcta Conducta implica que debemos ajustar nuestra conducta de acuerdo con los cinco preceptos (las normas éticas del Budismo), también significa que debemos actuar en concordancia con nuestros objetivos espirituales trascendentes. Lo cual incluye reconocer a las demás personas como seres espirituales, como nuestros hermanos y hermanas.
Evitar las malas acciones sobreviene naturalmente cuando estamos atentos a las buenas acciones. La Correcta Conducta fortalece nuestra resolución de seguir el camino espiritual hacia la Iluminación. A medida que trabajamos para volvernos más conscientes de nuestras acciones e inacciones, así como sus consecuencias sobre nuestras vidas y la de los demás, podemos comportarnos más sabiamente, con comprensión de las consecuencias que nuestra conducta provoca.
Esto sucede cuando somos capaces de ajustar nuestro comportamiento en concordancia con el cuarto paso del Camino Óctuplo.
Cuando aplicamos toda nuestra atención a nuestros actos, rápidamente descubrimos que cuando hacemos algo que causa daño (viola los preceptos) se produce un efecto negativo sobre nuestra conciencia, y que ese efecto tiende a detener nuestro progreso espiritual.
Podemos deprimirnos, malhumorarnos, enojarnos... Podemos entrar en un círculo vicioso al violar los preceptos: hundiéndonos en el alcohol o a las drogas para obtener un alivio temporal o volviendo nuestra atención al trabajo, como una fuente de felicidad, mientras negligentemente olvidamos a nuestras familias y compromisos con nuestra práctica espiritual. Incluso podemos invitar a otros a unírsenos en las profundidades de nuestra miseria.
De forma opuesta, cuando realizamos una acción relacionada con hacer el bien desinteresadamente descubrimos que da un empujón a nuestro progreso espiritual y nos libera del pantano. Podemos detener nuestro automóvil para dejar pasar a un peatón y recibir una onda y una sonrisa de gratitud. Podemos llevar comida a un hogar (un refugio de aquellos que no tienen casa) sabiendo que hará que unas pocas personas se sientan más felices y saludables. Podemos hablar bien de otra gente incluso aunque ella no hable bien de nosotros. Podríamos también ayudar a otros que se encuentran en necesidad incluso si pone en riesgo nuestra propia seguridad.
Cuando dejamos que el corazón guíe nuestras acciones y removemos los designios y deseos del ego detrás de los motivos de nuestras actuaciones, los cinco preceptos no sólo son seguidos naturalmente sino que se vuelven de sentido común.
Cultivar una mirada altruista nutre la práctica de los preceptos y nuestros esfuerzos se hacen cada vez menos duros.
Correcto Modo de Vida
Existe una gran cantidad de malentendidos acerca del Correcto Modo de Vida. Todas las sociedades dependen de una amplia diversidad de trabajos. Los recolectores de basura son tan importantes para la salud de una sociedad como los doctores y los bomberos o como los maestros y los artistas.
Cuando hablamos acerca del Correcto Modo de Vida, no estamos debatiendo acerca de elegir el mejor trabajo o carrera para nosotros, el de elegir el más ético o moral, sino acerca de cómo nos aproximamos al trabajo que hemos elegido, o que nos ha elegido a nosotros.
Una mujer que conocí en el autobús, no hace mucho tiempo, me contó acerca de cómo amaba su trabajo en la planta de procesamiento de carne que se encontraba al otro lado de la ciudad.
“He sido vegetariana por más de cuarenta años”, me dijo, “la idea de comer carne solamente no se me ocurrió nunca más, pero me encanta levantarme por la mañana e ir a trabajar. Paso las piezas de carne desde la cinta trasportadora hasta una zona de envasado. Cuando encuentro un problema...como algo que anda mal con la carne, o que alguien ha dejado caer carne al suelo y luego la ha vuelto a poner nuevamente para procesar (lo cual me aseguró que sucede), me involucro en el asunto y si hay algo que no puedo solucionar por mi misma llamo a mi jefe, quien arregla el problema”.
Le pregunte porqué pensaba que le gustaba tanto su trabajo, especialmente dado que ella no comía carne.
“No lo sé... Supongo que sólo ‘encajo’. Sé que es necesario hacer, y trato de hacer un buen trabajo. Puede sonar gracioso, pero la rutina puede ser relajante y placentera. Sé que otra gente comerá la carne y la disfrutará, y eso me gusta... Me gusta hacer mi parte para que reciban comida de buena calidad”.
Mi primer pensamiento fue que esta mujer entendía lo que el Buda quiso decir por Correcto Modo de Vida. En vez de enorgullecerse de ser vegetariana, ella aceptó el hecho de que mucha gente es feliz comiendo carne. En vez de quejarse de la monotonía de su trabajo ella la abrazó, aceptando que la monotonía puede ser placentera. Parecía que no tenía deseos de alcanzar un rango de mayor importancia en la compañía. Tampoco chismorreaba acerca de la gente que trabajaba junto a ella. No había ningún conflicto, porque estaba personalmente desapegada de su trabajo.
El Correcto Modo de Vida implica que no importa que trabajo llevemos a cabo, nos esforzamos para desapegar nuestro ego de él. Simplemente intentamos hacer el mejor trabajo posible, sin preocuparnos por la recompensa.
No importa si somos peluqueros, jardineros, políticos o ejecutivos, si nos acercamos a nuestras tareas de esta forma, encontramos que una gran cantidad de nuestras ansiedades y preocupaciones súbitamente desaparecen.
Correcto Esfuerzo
“Las personas siempre están buscando el camino fácil. El camino duro, aquel que aprendemos con experiencias difíciles y logros dolorosos, no les interesa. Quieren un atajo. Los verdaderos buscadores del Dharma temen a los atajos. Saben más que eso. Saben que sin esfuerzo, no hay sentimiento de logro. Esto los mantiene caminando hacia adelante.” -- Maestro Han Shan (1546-1623)
No hay lazo más fuerte para cortar que aquel que une la mente y el ego. Esta es la simple razón de porqué el camino Chan es tan difícil.
Nos toma cada gramo de esfuerzo reunir fuerzas para liberarnos de los componentes más caprichosos de nuestra psique. No es hasta que reconocemos el Yo que existe aparte de quién nosotros pensamos que somos que podemos conocer la mente Chan.
El conocimiento del Yo solo puede ser encontrado una vez que dejamos de identificarnos con nuestras profesiones, nuestras familias, nuestros gustos y aversiones, nuestras opiniones, etc. Ya que todos ellos son constituyentes básicos del ego.
El proceso de desapego no sólo es difícil, sino que a menudo es doloroso, y transitar a través de él requiere de un gran coraje y la fe de que triunfaremos.
Recientemente un joven me consultó acerca de mi aprobación a su decisión de asistir a un retiro de dos semanas en un ‘zendo’. Le pregunte quien era su maestro, a lo que él mencionó algunos libros populares que había leído recientemente. Cuando le pregunté porqué quería asistir al retiro que me había descrito, comenzó a contarme. Me dijo que su vida estaba en ruinas: había perdido su trabajo, su esposa le había pedido el divorcio... la misma historia que había oído incontables veces.
Esto nos sucede a muchos en algún momento de nuestras vidas. ‘Tocamos el fondo’ y recién ahí empezamos a buscar una solución espiritual. El error de este hombre fue pensar que sentarse en un almohadón por varias horas al día, con un corto sueño de noche, por dos semanas, iba a darle la solución espiritual que tanto anhelaba.
“Tienes un problema serio”, le dije, “pero estás buscando un camino fácil para salir: anotarse en un ‘zendo’, esperar un par de semanas y... ¡listo! Todos los problemas solucionados. El Chan no funciona así”.
Le explique que si bien existe un momento en la vida de un practicante Chan para los retiros de meditación, estos retiros son mejor atendidos, una vez que hemos alcanzado cierta habilidad para liberarnos de nuestro ego y entrar en el estado meditativo.
De lo contrario, estos largos períodos de inacción pueden realmente ser psicológicamente dañinos y retrasarnos más que ayudarnos. Le expliqué que el Chan comienza con el Camino Óctuplo, cuyo último paso es la meditación, y es por ello que el Buda puso esos pasos juntos en una secuencia específica, intencionalmente.
“Imagina”, le dije,”que te encuentras en alta mar, en un barco que se está hundiendo. Hay un palo, un alto mástil, en el barco así que te aferras a él y comienzas a escalar hasta que llegas a la cima. Al mirar hacia abajo ves el agua aproximándose. Sabes que alguien tendrá que ceder, que tendrás que tomar una decisión: ¿Continúas aferrándote al único objeto a la vista o lo dejas ir y permites al destino tomar las riendas?”.
La entrada al Chan es muy parecida. Nosotros nos encontramos en un barco que se hunde (nuestra vida, y nuestro sentido de control sobre ella) y sentimos un profundo pánico, a medida que pensamos que no podemos seguir viviendo de la misma forma que veníamos haciéndolo. Sabemos que no podemos seguir aferrándonos al mástil porque nos llevará hasta el fondo, pero tampoco sabemos que pasará si lo dejamos ir. El mástil hundiéndose es el único sentido de seguridad que teníamos hasta el momento, así que debemos tener la fe y el coraje de permitirle irse y tomar nuestras chances con lo desconocido. Nuestra situación es cuestión de vida o muerte.
A menos que hayamos llegado a este punto en nuestras vidas, la liberación espiritual sigue siendo una débil hipótesis, pero una vez que tenemos el coraje de dejar ir el mástil, se vuelve muy real.
Cualquiera perteneciente a cualquier religión que haya experimentado la liberación comprende esto. El supremo esfuerzo que toma dejar los apegos que imaginamos que son nuestro yo es el esfuerzo que toma el soltarnos de la seguridad del mástil y entrar en lo desconocido de una experiencia sin ego.
Correcta Atención
Pocas historias Chan expresan la naturaleza de la Correcta Atención mejor que ésta contada muy a menudo por el maestro Hsu Yun: Había una vez un hombre Chan que estaba caminando por la saliente de un camino de alta montaña cuando súbitamente un tigre vino a su encuentro. Para escapar, se aferró a un arbusto y descendió al filo del precipicio.
Mientras colgaba allí, con la rugiente boca del tigre por sobre su cabeza, y la base del abismo bajo sus pies, sintió las raíces del arbusto desgarrarse lentamente. No pudo encontrar donde apoyar sus pies o nada a lo cual agarrarse. Pero mientras se balanceaba, imaginando que haría a continuación, se dio cuenta de una frutilla que crecía en una hendidura en la roca. Soltándose, la tomó y se la comió, asombrándose, de que considerando la época del año estaba particularmente dulce.
En el estado iluminado la mente no tiene sentido de una individualidad separada, por lo cual es libre de experimentar y actuar sin los estorbos que representa la ‘persona’ (Nota: El arquetipo persona).
Una mente clara es una mente vacía del yo. Es una mente que puede observar incluso el más pequeño detalle en medio de la situación más adversa. Este no es un estado fácil de alcanzar y mucha labor espiritual debe venir antes de que tengamos siquiera la esperanza de alcanzar este grado de ecuanimidad.
Pero podemos hacer humildes pasos en su consecución prestando atención a nuestras acciones y pensamientos; estar atentos de nuestras vidas en todo sentido y evitar los actos innecesarios que solamente sirven para pagar tributo a nuestro ego.
Con la paz y la tranquilidad que surgen de la práctica de la Correcta Atención, estamos finalmente listos para embarcarnos en la travesía final del Chan: la meditación.
Correcta Concentración o Meditación
-- Madam Guyon (1648-1717), Mística cristiana francesa
La meditación es común a las religiones de todo el mundo y existen literalmente cientos, si no miles de técnicas de meditación que han sido transmitidas a lo largo de los siglos.
Sin embargo, todas las formas de meditación comienzan con silenciar la mente, el cese de los pensamientos aleatorios que interfieren con la habilidad de la mente para concentrarse.
Las prácticas de meditación más básicas son siempre ‘con semilla’, esto es, con un tema para la concentración. Éste puede ser una cosa, como un cordón de zapatos, una vela, o una idea, un pensamiento, un sonido, o una sensación física como el pulso o la respiración, pero el ingrediente clave es siempre concentración.
La traducción literal del octavo paso del sánscrito es realmente “Correcta Concentración”. La meditación surge naturalmente cuando la Correcta Concentración es alcanzada. La concentración es algo que debemos aprender a través de dedicada práctica mientras que meditación es algo que simplemente nos ocurre cuando nuestra mente está adecuadamente enfocada en la concentración.
La primera vez que intentamos enfocarnos ‘en la semilla’, esto parece ser imposible. La mente merodea en todas direcciones y nos encontramos en dificultades al intentar ponerla bajo control.
Así, podemos dar nuestro primer vistazo a la ‘mente de mono’ y sobresaltarnos de que la ‘mente de mono’ se ha convertido en nuestro modo normal de ser. Pero no debemos desilusionarnos. Con una firme práctica podemos progresar rápidamente. Nos ‘enganchamos’ a medida que descubrimos que la meditación nos ha conducido a una vastedad de nuevas esferas de la existencia y entendimiento y que enriquece nuestras vidas de formas que nunca antes hubiésemos imaginado posible.
A través de práctica diligente, y siguiendo el simple e irónicamente difícil Camino Óctuplo, nos liberamos a nosotros mismos de el reino samsárico de la ego-consciencia y entramos en el glorioso estado nirvánico de la sabiduría de Buda.
Y entonces comprendemos, que ésta, todo el tiempo y desde el principio, fue la intención de Buda cuando presentó 'Su Camino Óctuplo'.